La Astrología es un lenguaje que habilita a una percepción.
El ser humano percibe a través de ciertos órganos, que llamamos órganos
de los sentidos: ojos, nariz, piel... y la información que recoge del medio es
procesada por el cerebro para ser organizada y construir así lo que
llamamos realidad.
Esa percepción está condicionada por el lenguaje, percibimos de cierta
manera porque estamos inmersos en la red del lenguaje que recorta objetos
dándoles nombres y ordenando el tiempo en forma lineal. El lenguaje divide
al que percibe de lo percibido, crea al sujeto y al objeto, organiza una
instancia que se posiciona como centro de la percepción al que llamamos
“yo”.
Esto es tan estructural y básico de nuestra manera humana de ser
que ni siquiera nos damos cuenta. Pero: ¿Percibiríamos la realidad de la
manera que la percibimos si utilizáramos un lenguaje diferente?
La Astrología es un lenguaje diferente, un sistema de símbolos que le
posibilita al cerebro otra manera de percibir. Los símbolos astrológicos
no se organizan linealmente como los del lenguaje verbal, ni tienen un
significado unívoco, forman patrones simbólicos
atemporales, estructurales, que significan extensos paquetes de
información sincrónica entre lo que llamamos lo objetivo y lo subjetivo.
Son símbolos significadores de la correspondencia entre fenómenos que
de otra manera percibiríamos independientes. De esta manera, la percepción
astrológica deja perplejo al “Yo” que debe rendirse ante la evidencia de
una realidad construida de un modo mucho más complejo del que creía.
Sin embargo, la inercia de la percepción habitual sujeto-objeto en el
cerebro no se disuelve con facilidad y el cerebro hace el truco de
convertir a la Astrología misma en un nuevo objeto. Así nos acercamos
a la Astrología como a un saber, un conocimiento que necesitamos “tener”
para “utilizar” como una herramienta para mejorar nuestras vidas. Esto no
es algo negativo en sí mismo, de hecho es lo que subyace al trabajo de la
consulta astrológica. Los humanos necesitamos significadores más complejos
para comprender la lógica de nuestras vidas y así sanar heridas antiguas
que son resultado de la lógica separativa que implica, necesariamente por su
estructura misma, el conflicto. Necesitamos un lenguaje nuevo para
descubrir otras maneras de estar en el mundo y esto es muy válido, pero debemos
tener en cuenta que es también muy limitado, dado que no puede quedar de
ninguna manera reducido a una búsqueda personal, individual, de
auto-mejoramiento, sino que debe estar conscientemente inscripta en la
participación de cada cuerpo en la trama de la cual forma parte.
La verdadera revolución psíquica a la cual la Astrología nos deja
enfrentados cuando nos adentramos en ella, es la de disolver los
condicionamientos de la separatividad y cuestionarnos profundamente “Qué
somos” para respondernos que somos vínculos y no entidades independientes
que se vinculan.
Que el Universo todo es una trama vincular compleja en la cual el
“yo” es solo una construcción pasajera destinada a cumplir limitadas funciones
en un plano de realidad.
Sentir esta lógica con cada célula es la verdadera revolución psíquica a
la que nos enfrentamos como humanos hoy. Un cambio en nuestra sensibilidad
que nos permita sentirnos parte del organismo Tierra, parte del Sistema Solar y
de la Galaxia.
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