En la clínica del psicoanálisis post-freudiano con orientación lacaniana, la noción de posición subjetiva remite a una ubicación del sujeto en el discurso que lo ubica en relación al deseo y su dinámica. Este posicionamiento organiza sus registros y percepciones, sus reacciones y comportamientos y las modalidades de su interacción vincular. No implica una categoría psicopatológica ni da cuenta de una estructura básica definitiva, sino que constituye un modo de pararse frente al mundo que puede modificarse y sobre el cual, de hecho, la clínica trabaja. En ese sentido, el analista o terapeuta necesita discernir la posición subjetiva del paciente para orientar la dirección del tratamiento y sus intervenciones. Desde la mirada Jungiana podríamos decir que las posiciones subjetivas habituales responden a arquetipos del inconsciente colectivo, en tanto posiciones míticas en una trama vincular con las cuales se produce una identificación inconsciente. El atravesamiento del fantasma lacaniano y el proceso de individuación jungiano encuentran entonces algún punto de contacto, en tanto el proceso que lleva a un corrimiento de posiciones fijas para dar lugar a una expresión másflexible, libre y singular.
Podríamos nombrar algunas figuras o imágenes arquetipicas del inconsciente colectivo o algunas posiciones subjetivas típicas que nos permitan discernir la organización condicionada de un ser humano a fin de cuestionarla y estudiarla para habilitar la liberación. Así por ejemplo, el arquetipo de la víctima, de la madre, del verdugo, del maestro, del infante eterno, del rebelde, etc.
Pero entre todas ellas existe una posición subjetiva masiva general e inevitable, una figura arquetípica que siempre encontramos en la base de todos los condicionamientos, discursos del sujeto y fantasmas inconscientes, una posición que en términos reales y concretos todos somos. La única posición segura que inevitablemente nos condiciona: la de hijo o hija.
Desde una mirada superficial la noción de hijo o hija remite simplemente al nombre que le damos a un lazo de parentesco, tal como decimos hermano, padre, madre, tía, abuela o lo que sea. Pero si ahondamos un poco más, todo nombre que le damos a un lazo de parentesco implica una posición en una trama vincular y por ende, incluye un modo de registro, de reacciones y comportamientos típicos. En cada vínculo ocupamos una posición específica y no percibimos lo mismo desde cada una de ellas, es decir, las sensaciones y percepciones que registro como tía son diferentes a las que registro como madre y por supuesto también como hija.
Ahora bien, la particularidad de esta posición es que es la única en el mundo que todos invariablemente somos en términos de parentesco o vinculares. Podemos no tener hermanos, por ende no seremos tampoco tíos, podemos nunca ser padres o madres y por ende abuelos y abuelas...en fin, numerosas posiciones podrán ser desconocidas para muchos, pero todos somos hijos. Y más aún, la posición de hijo o hija es la primera posición que se ocupa en la vida. Todas las marcas primarias de nuetsra psiquis, toda la memoria celular infantil se genera en el marco de nuestra vida como hijos. Aún en las situaciones en las que no fuimos criados en el marco de una familia o de un vínculo parental estrecho (como en los casos de quien ha crecido en instituciones), todos venimos del encuentro (aunque sea único y aparentemente fortuito) de un óvulo y un espermatozoide que provenían de dos cuerpos diferentes y todos hemos sido criados por algún adulto o conjunto de adultos que han depositado energía sobre nosotros. Nos han alimentado, nos han abrigado y nos han sostenido al menos lo suficiente como para estar vivos, también nos pueden haber violentado, maltratado y seguramente nos han proyectado de manera inconsciente cantidades de carga psíquica. Por lo tanto, si observamos con atención a cualquier ser humano estaremos observando a un hijo. Todos somos hijos de alguien. Todos crecimos apuntando la mirada y los brazos hacia arriba en busca de cobijo, de seguridad, de salvación, de modelo para copiar...
Y pese a crecer y a valernos por nosotros mismos, pese a conforntar situaciones complejas, tomar decisiones, ganar dinero, pagar impuestos, jurarnos amor y criar hijos es fácil ver detrás de todas esas experiencias como el hijo en nosotros se mantiene vivo. Y ojo, no digo el niño o la niña, no me refiero a esa categoría asociada a la ternura, la curiosidad, la inocencia y la espontaneidad, me refiero a un conjunto de sensaciones que remiten a una relación hijo de mamá o papá, hijo que depende de otros sobre los cuales tiene derechos, que reclama atención, mirada, escucha y sobre todo que no asume la responsabilidad de su vida, de las consecuencias de su deseo y de sus actos. Es una posición que se revela en nuestros discursos internos cuando queremos agradar a otro, complacerlo, ganarnos un lugar e su mundo o en su corazón, cuando buscamos ser reconocidos, cuanso descansamos en que alguien más lo hará. Ser hijos en tanto posición subjetiva implica un modo inconsciente de estar ubicados en el mundo, sintiéndonos sirmpre observados, para bien o para mal, por una figura de autoridad o sintiéndonos incluidos o expulsados de un ambito de pertenencia. Dios miranndonos desde arriba y dándonos lugar o no en el reino de los Cielos. Un Dios y un reino de los cielos que inevitablemente proyectaremos sobre todo ser y sobre todo ámbito de la vida que, por estructura, así lo posibilite.
Ante todo somos hijos.
Llegamos al mundo como cachorros o pichones, indefensos y dependientes, necesitados de seres más armados y estructurados, seres con más experiencia en el mundo, que nos sostengan, nos alimenten y nos cobijen. No tenemos forma de sostenernos por nuestra cuenta y sin ellos moriríamos.
Ingresamos al mundo organizado por los "grandes" y ellos se encargan, no solo de darnos lo que necesitamos para sobrevivir sino también de transmitirnos los modos en los que el mundo funciona para que podamos adaptarnos y formar parte de él, eso incluye las reglas, modos y costumbres con las que se organiza el grupo humano del cual formamos parte. Envueltos en un pequeño mundo que se nos va haciendo conocido y donde nos vamos sintiendo más o menos seguros observamos a los grandes hacer y vamos copiándolos, se convierten en modelos, es decir, formas que nos moldean. El cachorro hace cuerpo, se nutre y mama la sustancia de ese mundo adulto mientras se construye, se moldea, se organiza con las leyes y las lógicas del mundo adulto. Vamos incorporando lo que percibimos, es decir, vamos haciendo cuerpo con ello. Así el cuerpo es un conjunto de memorias, marcas, leyes y lógicas que organizan nuestro modo de percibir, de desear, de actuar y vincularnos.
Ser hijo es un modo de sentir la vida. Una posición que implica consecuencias complejas. Una posición que nos compete a todos observar y explorar. Para ello, dejemos que hable la memoria en el cuerpo.
Memorias de un/a hijo/a
Tengo la memoria de estar envuelta, de que el cuerpo sienta la piel recubierta por otro cuerpo, la memoria de calor, de sostén. A veces ese sostén es lábil, está y no está, tiembla. A veces es tenso y rígido, frío. A veces arde de furia, de enojo de desesperación. Otras es un sostén gris, indiferente. Sea como sea, estoy envuelta. Sino estoy envuelta, no sé qué hacer, dónde ubicarme, cómo posicionarme, cómo moverme...sino estoy envuelta me deshago, me derrito, me disuelvo, tiemblo, vibro...dejo de existir, me rompo, muero si no siento piel y peso, una capa de otro alrededor...sea como sea voy a buscar algún envoltorio, alguna capa de otro cuerpo. Allí siento seguridad.
Cuando estoy a punto de disolverme llegan los brazos y me toman, me envuelven, se organizan las sensaciones, se juntan, ya no me desarmo.
Tengo hambre, un agujero, vacío, me seco, me debilito. Allí llega ese calor, ese envoltorio, ese contacto, los labios, el líquido, el calor, se llena, me lleno. Calma.
Ya me paro sobre mis piernas, siento la excitación de estar solo sobre mis pies, de lanzarme más allá del envoltorio. Ya no necesito un cuerpo concreto envolviéndome pero siento una sutil envoltura invisible en la mirada de afecto de los grandes, en la voz que puedo escuchar aunque no los vea. Esa mirada calma al cuerpo, esa voz me sostiene. Cada tanto experimento la sensación de lanzarme fuera del círculo de seguridad e inmediatamente regreso. Las sensaciones de gozo y placer son enormes al volver. Endorfinas, oxcitocina, una catarata de sustancias calmantes se desata. Si me quedo solo, de pronto, mirando alrededor, una catarata de adrenalina y cortisol me inundan, peligro, soledad, la muerte aacecha, soy un cachorro, no puedo sobrevivir sin la manada de adultos que me envuelve.
Miro hacia arriba, todo el tiempo miro hacia arriba. Allí están los rostros de la seguridad, las manos que me retiran de donde hay malestar y me envuelven en seguridad nuevamente. A veces, esas misams manos me sacan de donde estoy disfrutando, jugando con mis sensaciones, tocando, mirando, chupando y oliendo el mundo. No quiero que me retiren de allí pero ellos saben, saben lo que necesito, saben dónde hay que estar, lo que hay que hacer. Lloro. Me frustro. Me enojo. Se recortan sensaciones, ya no puedo ir hacia donde el cuerpo lleva, debo dejarme llevar por ellos.
Los sonidos de los adultos son patrones que el cerebro graba. Nombres. Un sonido para cada pedazo de mundo. Un sonido para cada cosa. Los repito. Se alegran, festejan, me abrazan: endorfinas, bienestar. Grabo los sonidos para las cosas, nombres, palabras. Las digo. Me las dan. Placer. Esto es comunicarse. Pido lo que necesito, lo que quiero. Me lo dan. Alivio. A veces no me lo dan. Me frustro, me enojo. Esas sensaciones también tienen nombres, casi todo tiene nombres. Los aprendo, hablo, soy grande.
Copiar funciona, así "me programo".
Me dan premios cuando aprendo algo nuevo, cuando copio bien, cuando hago lo que me indican que debo ahcer, cuando cumplo las instrucciones. Así sobrevivo, así pudo manejarme solo un día. Cada cosa nueva que aprendo tiene un premio. A veces eso compensa que no quería aprenderlo: ir al baño, no pegar...A veces no hago lo que aprendí, eso tiene un castigo.
Siento seguridad cuando me miran, siento que estoy ahí cuando enfocan la energía en mí. Cuando ese caudal de energía se retira vuelvo a estar inquieto, sin saber dónde poner el cuerpo, me pierdo, me disuelvo. A veces mamá deja de mirarmey mira a papá. No me puedo sostener, necesito buscar su mirada. Me pongo en el medio, corro a papá para volver a tener esa corriente sobre el cuerpo. A veces papá no me mira a mi y mira a mamá. Lo mismo. Mirenme, existo.
¿Cómo es la sensación de existir sin esa mirada?
A veces ambos me miran a la vez, nadie malo puede pasarme, me siento protegido, me siento con una fuerza enorme, me sostiene vivo esa corriente, me da energía, puedo ser. Al instante se miran entre ellos, se me eriza el cuerpo, quién me sostiene ahora? Se miran, se tocan. Tiemblo, me inquieto, me incomodo, no sé dónde ponerme, quedo solo, quedo en peligro, no estoy allí, no sé donde estoy.
Hago lo posible por volver a sentirme envuelto y sostenido por esa mirada, existir porque me dan su energía, que me quieran a mi, que me vean a mi. Desesperación, lloro. Mamá me toma en brazos, papá me mira y me sonríe. Alivio, existencia.
A veces no pasa eso, me miran enojados, cansados. No sonríen, no vienen a abrazarme. Voy buscando otras maneras de sentir que existo. Toco cosas, me revuelco, lloro, me concentro en los juguetes, los agarro, los chupo...como, me meto los dedos en la nariz, me envuelvo sobre mí mismo, me toco.
Tuve un hermano. Ahora no solo me falta el envoltorio si mamá y papá se miman entre ellos y no a mi, sino que también me falta el envoltorio porque están con mi hermanito. No existo. Me deshago. Solo me sostengo en mi si me están envolviendo o apuntalando con su energía dirigida. Hago lo posible para atraerlos. Al menos a alguno. Me voy dando cuenta de aquello que disfrutan de mi, lo que me sale bien, lo que atrae su energía, lo que les gusta. Lo hago una y otra vez, es mi estrategia para que me den su energía, su envoltorio, la seguridad que necesito. Una y otra vez.
A veces juego con mi hermanito. Siento que existo ahí, ligado a él, nos envolvemos el uno al otro. No es lo mismo. El envoltorio de papá o de mamá me da más calor, más seguridad. Pero si ellos no están nos tenemos a nosotros, lo tengo a él.
Ellos vuelven. A quien miran primero, aquien alzan primero, a quien le sonríen más. Siento el peligro, tengo que desplegar mis estrategias. Me miran, me hablan, me buscan, me quieren? Estoy protegido, estpy seguro? No puedo perder esa energía que viene hacia mi. No quiero que se la den a él. No hay para los dos?
A veces sí. Se siente bien.
A veces no. Me desespero.
Aprendo a tejerme en el mismo envoltorio con mi hermano. Pero somos distintos, a veces no entramos en el mismo envoltorio, se rompe, se desteje. Me enojo, porqué se va? Porqué me quiero ir pero no?Peleamos dentro del envoltorio, nadie se va, pero tampoco coincidimos. El envoltorio es tenso, ruidoso, nos golpeamos y lastimamos el cuerpo. Luego volvemos a la calma. Así vamos. Juntos y peleados. aliados.
Solo nos salimos del envoltorio si podemos envolvernos con mamá o con papá. Vamos saliendo y entrando de esas nubes de energía. Vamos tratando de controlar su dinámica con nuetsros comportamientos.
Voy a la escuela. No van a estar ni papá ni mamá. Va a haber maestros. Un maestro para una clase de muchos hermanitos. Juego con ellos, me divierto, aprendo, disfruto. Me olvido de papá y mamá. La máxima segridad solo la siento con la mirada del adulto. Juego mis trucos. Ya tengo estrategias para sentirme envuelta. Tengo una amiga especial con la que siento seguridad. Su cuerpo me da sostén y envoltorio, creo que también yo a ella. Es como mi hermanito mi amiga. También es como mi mamá. Pero la mirada de la maestra, cuando es positiva me calma y me da seguridad, me siento satisfecha y orgullosa cuando mis estrategias funcionan. Sobrevivo. Me miran a mi y a mi amiga. Somos las favoritas. El resto de los niños...no sé. Cada uno tendrá sus estrategias. Competimos por la energía, por la mirada, por el envoltorio, por el sostén que nos dan los grandes. Somos pequeños, no tenemos fuerza para sostenernos solos, para cuidarnos solos, para crear solos, para vivir solos.
Será que algún día podremos? Dicen que sí, vas a ser grande...ah...grande como mamá, grande como papá, grande como la maestra...voy a saber hacer todas esas cosas. Cosas que me dan miedo. Duermen de noche sin luz, cocinan con fuego, manejan el auto...juego a todo eso. Jugamos a la mamá y al papá?Cargo un muñeco, lo visto, lo desvisto, le doy de comer, lo llevo al médico en el auto, lo reto cuando hace algo mal, lo felicito cuando hace algo bien. Soy mamá, soy papá, soy la maestra. Ellos hacen esto conmigo...yo juego, para hacerlo en serio un día. Ellos lo hacen en serio. En serio?
Soy el muñeco de papá y mamá. Mi hermanito es mi muñeco. Mis muñecos son como yo. Juego a ser grande. Un día voy a ser así. Los miro hacia arriba, están muy arriba, cuando miro a papá y a mamá tengo que arquear el cuello, tengo que gritar para que me escuchen, veo el cielo de fondo cuando los miro. Un día voy a ser así. Voy a manejar un auto, voy a arreglar cosas, me voy a maquillar, voy a salir de compras, voy a dar una clase...
Soy una copia, soy sustancia dentro de un molde, igual a todos los moldes. El molde es un envoltorio. Alivio. A la vez algo se escapa, rebalsa...
Voy encontrando de dónde agarrame cuando no me miran, cuando no me dan energía, cuando no me envuelven. Me agarro de "mi misma". Tengo una imagen de mi en la mente, tengo grabada en la memoria la forma del cuerpo, un cuento de mi vida, me describo a mi misma. Una biblioteca en la cabeza con la novela que me describe, soy la protagonista. Cuando nohay nadie que me mire y me sostenga me miro yo misma, me sostengo yo misma, me miro al espejo. Listo!!
Quiero que me quieran, quiero que todos me quieran. Necesito envoltorios para estar y sobrevivir. Pero ya no tanto, me alcanza con mirarme en el espejo y encontrarme con la imagen que espero. Los otros entonces me devuelven esa imagen, me confirman quien soy. Estoy envuelta en mi misma. Con mis cositas, lo que me gusta, lo que atesoro.
Necesito igual que se alimente esa imagen, además del envoltorio requiero reconocimiento. Tengo otras estrategias. Cumplo, hago que me feliciten. Soy encantadora, divertida, inteligente, linda, lo que sea, lo que me salga. Sino escapo, rompo, lastimo, tomo riesgos, peleo...así también me miran, me retan pero me miran. Todo sea para conseguir energía que me envuelve y me sostiene, energía que alimenta lo que me sostiene en soledad, lo que soy, mi imagen. A veces tengo que esconder que no cumplí para que no me miren feo, me desarmo si me miran feo. Peor aún si me castigan. Tengo que hacer las cosas bien o me van a dejar de querer. Tengo que entrar en el molde, copiar cada vez mejor. Miro a los otros niños, pierdo si otros son mejores? Qué pierdo? Existir en la mirada de los grandes. Eso es existir.
Soy adolescente. Papá y mamá me asfixian, no me dejan ser por fuera de su campo de energía. Soy diferente, me doy cuenta, hay sutancia que se escapa del molde. Todo va a parar a la imagen en mi mente que crece. Me peleo, los odio. Igual que con mi hermano, trato de diferenciarme dentro del tejido que somos. Me llevo un pedazo de esa energía y la deposito en mis amigos, mis nuevos hermanos, ahora elegidos, son como yo y a la vez no, traen algo nuevo. Somos afines. Me encuentro reflejado en ellos. Soy como ellos. Soy. Sino...quien soy? Estoy cambiando mucho...Nos vamos tejiendo en nuestros envoltorios, hacemos nuestra tribu, nuestra familia, somos nosotros, somos iguales pero distintos. Pero cada vez somos más iguales. Si alguien se vuelve muy distinto peligro!!! Pierdo el envoltorio, se desfigura la imagen. ohoh...de vuelta lo mismo?
Me empieza a gustar alguien. Me muestro, lo busco, solo lo que sé que puede gustar. Atraigo. Siento seguridad cuando me devuelven esa mirada, esa atención. Todos los amigos están atentos: qué pasa ahí? Te quedas con nostros? Te vas? Alguien quedó afuera? Más alejado? Me suena...
Nos gustamos, nos acompañamos, nos envolvemos mutuamente: mi mamá, mi hermano, mi amiga, mi novio. Hay trucos para que me mire, hay reglas del amor que tengo que cumplir, acuerdos para envolvernos el uno al otro. Nos garantizamos y prometemos envoltorio.
A él parece interesarle alguien más, tengo las mismas sensaciones que cuando mamá miraba a papá o papá miraba a mamá, tengo las mismas sensaciones que cuando miraban a mi hermanito. Soledad, abandono, pierdo el envoltorio, pierdo el sostén, me dehago, me disuelvo, me desarmo, me muero. No digo nada, si digo algo se puede romper el tejido que nos envuelve. Solo quiero que me quieran. Alguien que me acompañe, no quiero estar sola. No puedo sola. Me muero.
También me atrae alguien más. Si doy lugar a eso el otro va a sentir que pierde el envoltorio, lo dejo a la deriva, lo suelto, se pierde, nos perdemos, pierdo ese sostén también. Aplaco lo que siento por otra persona: a quién preferís a tu mamá o a tu papá? A los dos, pero parece que hay que elegir. Elijo y sigo en el envoltorio de seguridad. O no elijo, miento. Divido. Rompo las reglas. Miedo al castigo. También era divertido desobedecer y arriesgar. Pero mejor que no se entere. Quién? El otro? Mamá, papá.
Trabajo en una institución. Quiero que el jefe me felicite, que me ascienda, que me de un trabajo mejor, que me de su confianza. Compito con mis compañeros por la posición, por dinero-energía, quiero más. Quiero el reconocimiento del jefe. Pero también quiero a mis compañeros, no voy a competir abirtamente porque no quiero que se enojen, que me dejen, perder el envoltorio, perder mi imagen...me envuelvo con ellos, como con mi hermanito. Mientras tanto hay roces dentro del envoltorio, cada uno lucha en la ambivalencia de ser elegido por el jefe y a la vez por los hermanos. Que todos me quieran, que todos me miren, que todos me elijan. Gustarles. Agradarles. Existir en sus mentes.
Esta vida ya la viví. Es la vida como hijo.
His majesty the baby.
Pero ya no soy un baby. Porque ya soy como mamá y y papá, pago impuestos, crio gente, construyo cosas. De hecho soy mejor que mamá y papá, ya me diferencié
His majesty the baby...no soy un baby pero quiero ser the majesty...mmmhh...esta operación tiene una grave falla lógica.
Y entonces?
Tal vez, ir más allá del arquetipo del hijo en el cuerpo será como volver a nacer en otra dimensión. Dejarse parir por otra dimensión es reconocerse una pequeña hebra específica y transitoria del tejido de un universo sistémico. Sostenerse y existir como hebra de información en resonancia con otras hebras de información. Es un sostén flotante, un sostén vibratorio-energético. Es sentirse sostenido y existente en la vibración de onda larga del universo, del sol, del sistema solar...de lo que es misterio.
La densidad del cuerpo físico y su percepción separativa se sostiene en memorias muy profundas que impiden esta percepción o la hacen parecer una fantasía, una imagen abstracta y carente de sensaciones concretas. Con lo cual , probablemente, lo más inteligente sea dedicarnos a investigar y a hacer patentes en el cuerpo las sensaciones del hijo que somos. Todas las sensaciones, todas las gratificaciones y seguridades y a la vez, poner mucha atención a las consecuencias de ser ese cuerpo, de sentir de esa manera.
Las consecuencias inevitables de sostenerse a partir de la energía de otro como fuente fundamental son la competencia con otros por esa energía, la comparación para evaluar cuánto me puede tocar de esa energía, la mezquindad al acaparar esa energía, las peleas con otros - con su malestar, sus heridas, el dolor- por conseguir esa energía. Los cachorros de la perra subiéndose unos encima de otros para mamar más, para sobrevivir, es un salvese quien puede porque algún otro muere. La consecuencia de mantenerse en una posición de hijo es sentir que hay sólo una fuente de energía y creatividad, y porende, como escace requiere rasguñar para sacar algo, competir, luchar por esa energía. La consecuencia de mantenerse en un posición de hijo es la imposibilidad de que se exprese una singularidad específica con su propia potencia en circulación con otros.
Fundamentalmente el hijo cree que dejar de ser hijo es ocupar el lugar del padre. Por eso los hermanos pelean por ese lugar. Pero lo que se percibe como padre en ese plano también es un hijo, alguien sostenido por la energía de otro a quien copia, en una cadena infinita de absorsión de energía ad eternum. El solo hecho de creer que madurar es ocupar el lugar de otro, es evidencia de una fase psíquica inmadura, solo un hijo puede creer eso. Desde otra posición o fase se percibiría de otra manera.
Lo que no es hijo es lo que suelta agarrarse de la energía de otro. Lo que deja de succionar. Lo que suelta el poder que brinda el envoltorio de la pertenencia, la imitación y el reconocimiento.
Entonces lo que no es hijo es lo que salta al vacío y no espera que lo agarren y lo envuelvan. Solo puede recurrir a generar su propia energía para sostenerse desde allí, solo puede quemarse. Hacer combustión.
Al quemarse su irradiación toca a otros corazones que se tejen con el suyo. Porque se despierta una energia que no agarra ni envuelve: conecta. En múltiples direcciones, en diferentes niveles. Estrellas. Sostenidas por irradiación que buscan conexión. Constelación.
Ir más allá del arquetipo del hijo sensorialmente es como pasar de ser planeta a ser estrella. Dejar de girar sostenido en la cualidad magnética de un centro de energía y quemarse a sí mismo. ¿Acaso los planetas quieren ser como el Sol, estar en el centro? ¿O pueden ser estrellas para tajerse de otra manera con él? Darse cuenta de que en el universo de estrellas él no es un centro, no es un lugar a ocupar, sino una inteligencia irradiante singular entre otras más.
Que el sistema solar se convierta en constelación es que se vuelva un conjunto de centros de energía irradiantes en diferentes intensidades y notas, sin centro, en un tejido complejo en multiples direcciones simultaneamente. Un sistema sin padres ni madres ni hijos.Un sistema sin centro. Donde cada elemento siente el anhelo solar de llegar a conectar con todos los demás. Una red. Una fraternidad.
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